El teletrabajo y la salud mental

El teletrabajo es una modalidad laboral que ha tomado fuerza a raíz de la pandemia de la COVID19. La necesidad de mantener servicios y actividades profesionales en confinamiento, ha acelerado la implantación del teletrabajo, propiciando que muchas empresas modifiquen sus sistemas para que sus trabajadores realicen su jornada laboral desde casa.

El teletrabajo tiene efectos muy distintos según la persona, su contexto familiar y social, o las habilidades para el uso de las tecnologías digitales; de tal modo, que puede constituir una oportunidad –para conciliar la vida familiar y flexibilizar la jornada laboral, por ejemplo– o suponer una fuente de estrés y ansiedad, al encontrarse con dificultades en la gestión del tiempo, la desconexión u otros factores de riesgo laboral derivados de las propias herramientas digitales.

 

Muchas personas han experimentado efectos negativos que expresan dificultades para adaptarse a esta modalidad laboral:

Dificultades para desconectar, agotamiento físico, mental y emocional, dificultades para asumir, corresponsablemente, las tareas del hogar, con sentimientos de sobrecarga, culpabilidad y falta de percepción de control, dificultades para establecer horarios de trabajo, dificultad para diferenciar tiempo de trabajo y tiempo de ocio, dificultad para decir que no a llamadas, correos u otras comunicaciones laborales, sobreexposición a dispositivos móviles, ordenadores, etc, problemas físicos (tensión, dolor cervical, cansancio ocular, etc.), alteraciones en el sueño, sensación de soledad e incremento de la irascibilidad.

Bajo la denominación de “tecnoestrés” se engloban distintos efectos psicosociales negativos por el uso inadecuado y desadaptativo de las tecnologías de la información y comunicación (TIC) y que constituye un riesgo psicosocial laboral (Instituto Nacional Seguridad e Higiene en el Trabajo).

Entre las principales formas de tecnoestrés destaca la “tecnoansiedad”, que es un estado psicológico negativo relacionado con el uso de las nuevas herramientas digitales, debido al desequilibrio entre las exigencias de las tecnologías y nuestra capacidad para responder de forma eficaz a estas demandas.

En otras ocasiones las nuevas tecnologías producen, justamente, el efecto opuesto, es decir provocan una dependencia y un uso excesivo de los dispositivos digitales de los que no podemos desconectar. La necesidad compulsiva de estar mirando el móvil, correos electrónicos, o de estar siempre actualizados en todos los avances tecnológicos, pueden incrementar los efectos negativos de la sobreexposición, el estrés e interferir en el desarrollo de otras actividades de la vida.

 

Otra de las consecuencias de una inadecuada gestión del uso de estas herramientas es la ”tecnofatiga”, que se manifiesta con cansancio, agotamiento mental y cognitivo, y que dificulta la organización y procesamiento de la información.

Recomendaciones sobre hábitos y actividades

Destinar y adecuar una zona de trabajo diferenciada que permita la concentración, minimice las distracciones e interrupciones y favorezca una correcta postura corporal: condiciones de iluminación y temperatura, silla ergonómica, equipo informático, teclado y monitor apropiados a los requerimientos del trabajo, protección ocular, etc.

Establecer horarios de trabajo y ceñirse a ellos.

Destinar momentos de ocio y realización de otras actividades de la vida personal, familiar y social.

Limitar la cantidad de horas y momentos de exposición a distintos dispositivos y pantallas.

Mantener hábitos saludables: alimentación, actividad física moderada y regular, descanso.

Cambiar de atuendo, para diferenciar el tiempo de trabajo del tiempo del de descanso, de ocio o personal.

Programar descansos –tiempos de desconexión digital– a lo largo de la jornada laboral.

Practicar técnicas de desactivación fisiológica, como la respiración diafragmática o la relajación progresiva muscular, muy útiles para la prevención del estrés.

 

Recomendaciones psicológicas

Planificar objetivos y metas progresivas, que permitan una exposición y aproximación gradual a la nueva situación.

Entrenar la sustitución de pensamientos negativos automáticos, por otros más realistas y adaptativos.

Plantearse el proceso de transición y de aprendizaje de nuevas herramientas tecnológicas con una actitud positiva. Identificando sub-metas, revisando los progresos y reforzando los logros conseguidos.

Consensuar adecuadamente el reparto de tareas, cuidado y apoyo, tanto con las personas del núcleo de convivencia, como con los compañeros de trabajo en red.

Escuchar con empatía y expresar de manera asertiva las necesidades, preferencias o deseos.

Solicitar apoyo, no esperar a que nos sobrepasen las tareas o exigencias.

Reservar determinadas franjas horarias para alta concentración, en la que se minimicen las interrupciones o la atención a otras tareas secundarias.

Negociar y resolver los conflictos y problemas de manera proactiva, centrándose en las soluciones y evitando el enfrentamiento personal.

Propiciar y disfrutar de estados emocionales favorables.

Mantener la comunicación con los compañeros y compañeras de trabajo, fomentando también contactos presenciales periódicos.

 

Teletrabajar significa, para muchas personas, un cambio radical en su actividad laboral: cambiará el contexto físico, las relaciones sociales, las herramientas de trabajo o la tecnología, las formas y vías de comunicación, los procesos de aprendizaje, la organización, los horarios… y como todos los cambios, va a requerir de nuestros recursos y habilidades personales.

Es importante recordar que estos recursos y habilidades se adquieren y entrenan, aunque en ocasiones necesitaremos de orientación y estrategias para superar las dificultades de una forma eficaz.

Las psicólogas y psicólogos de Gomermedi podemos contribuir a que los procesos de adaptación sean menos complejos y desagradables, y favorecer la adquisición de recursos personales y mejorar el rendimiento y la satisfacción.